Me encuentro sentada en una de las bancas mugrientas de
la estación de tren del Distrito.
Sí, Peeta al final y después de una semana accedió a hacer
estas pequeñas ´vacaciones’, sospecho que más por mí que por él. Ahora se
encuentra en taquilla reclamando los tiquetes, vestido con un abrigo de piel
que lo protege del repentino viento frío que está corriendo. Estos días hemos
pasado prácticamente todo el tiempo juntos, acompañándonos en nuestras
respectivas actividades o enfrascados en conversaciones triviales. Es raro…,
después de todo lo que pasamos, encontrarnos así, sin preocuparnos por
sobrevivir o por salvar la vida del otro… Tomo un largo respiro relajándome y
tratando de ignorar las miradas curiosas que me llegan. Guardé todo lo que
necesitaba en mi maleta, lo cual consiste en un par de pantalones, camisas y
medias en su mayoría ya que sé que no utilizaré mucho. Después de unos minutos
la voz de Peeta interrumpe mis vacíos pensamientos.
-En unos minutos llega el tren, ¿quieres que te compre
algo para el camino?
-No, gracias. Solo son unas horas ¿no?, el Distrito 7 no
está tan lejos.
-Pues no, pero tal vez te dé sed o algo…, espérame ya
vengo.- sale disparado a una de las tienditas de los alrededores y él sí que
ignora solemnemente a los que se le quedan mirando. Es adorable lo tanto que se
preocupa por mí, tenerlo a mi lado definitivamente me ha ayudado a salir de mi
desolación y tristeza… Mientras espero me prometo mentalmente nunca dejarlo ir.
El tren arrima justo cuando Peeta llega a mi lado con
una bolsa en sus manos y una brillante sonrisa en sus labios. Recojo mi pequeña
maleta y me inclino para recoger la suya al mismo tiempo que él por lo que
nuestras manos chocan; y en el intento de levantarme para que él la recoja por
fin, lo volvemos a hacer al mismo tiempo y esta vez son nuestras narices las
que se rozan. Dejo escapar una risilla nerviosa y él sólo sonríe, como
complacido.
-Tranquila yo lo llevo.- me indica para que avance y yo
lo hago algo ofuscada después de tal interacción.
En la puerta de entrada Peeta le entrega los tiquetes al
ayudante y al poner un pie en el escalón me paralizo.
Es como si todo se repitiera de nuevo. Yo, subiendo al
tren que me llevará directo al matadero. De nuevo mi mente jugándome una mala
pasada. Trato de retroceder pero Peeta ya está detrás de mí impidiéndome la
salida.
-Katniss, Katniss… Ya nada de eso existe.- me susurra al
oído. Nada de eso existe. Nada de eso existe. Nada de eso existe. Repito esas
palabras en mi mente como una especie de mantra, sorprendida al darme cuenta de
lo mucho que Peeta me conoce que hasta sin verme puede ver cuando algo anda
mal.- Todo estará bien, estoy aquí.
Después de varios segundos me adentro un poco al tren y
descubro que no es ostentoso ni mucho menos, todo lo contrario a esos trenes
del Capitolio. Con vagones pequeños, pocos pasillos, las paredes de colores
marrones y tonos oscuros, las ventanas un poco rígidas, todo algo austero pero
con un ambiente acogedor. Sí, el tren es soportable, será un viaje soportable.
Nos acomodamos en una casilla que tiene dos pequeños mullidos
sillones, uno frente al otro, cada uno con vista a la ventana. Me coloco pegada
a esta y Peeta se sienta justo a mi lado, después de haber acomodado las
maletas en la parte de arriba.
-¿Cómo estás?- pregunta, tomándome de la mano.
-Bien sí, no te preocupes, ¿y tú?
-Solo lo estaré cuando tú lo estés.- responde mirándome
serio.
-Sí, Peeta estoy bien.- contesto quitando su agarre de
mi mano.- Es solo que…, no esperaba montarme en un tren tan pronto.
-Yo tampoco…, no son bueno recuerdos… Sin embargo para
eso es este viaje, para tratar de olvidar.
-Tratar…-suspiro mirando un punto indefinido.
-Quiero que sepas que haré todo lo que esté a mi alcance
para que este receso sea lo más ameno posible para los dos. Como dijo el
doctor, sólo debemos relajarnos y no pensar en nada.
-Lo sé, yo también haré todo lo que pueda.
Me quedo mirando el horizonte y el cielo plagado de
estrellas, no había viaje de día por lo que tuvimos que viajar de noche,
estaremos llegando alrededor de las 4 o las 5 a nuestro destino. Después de un largo
rato en silencio, lentamente me recuesto en su hombro creyendo que está dormido
por lo que me sorprendo un poco cuando envuelve su brazo a mi alrededor. Los
ruidos de conversaciones han disminuido conforme avanza la noche así que cuando
hablo, lo hago susurrando.
-¿Cómo supiste que me encontraba mal en cuanto ingresé
al tren?
-No sé… Es como algo natural, sé cuándo algo te pasa,
cuando algo está mal.- dice él igualmente susurrando.
-Me conoces tanto…, y siento que yo no alcanzo a llegar
a donde tú llegas a conocerme.
-No te conozco tanto… A veces no sé qué piensas, te
cierras y me es imposible ver algo.
-No, Peeta. Creo que me conoces más que yo a mí misma…
¿me ayudarías a intentar conocerme?- Sé que es algo ridículo hablar de esto, el
sueño ya me tiene en sus tentáculos pero es un momento tan íntimo que no iba a
ser capaz de estropearlo con cualquier torpeza que salga de mi boca.
-Yo creo que sí que te conoces… Sólo debes…, encontrarte
a ti misma.
-Yo… me encuentro es a tu lado…- oigo que sale de mis
labios, sin embargo mis párpados no me dan tiempo a analizar lo dicho ya que
caigo profundamente dormida.
Cuando despierto, Peeta está perdido mirando por la
ventana. Noto las mantas sobre mis hombros y una almohada en mi cabeza la cual
no recuerdo haber puesto. Sigue estando oscuro, pero asumo que son a lo mucho
las 2 o 3 de la mañana. Hay un resquicio de luz que se cuela por la pequeña puertecita
gris del compartimiento lo cual me permite ver las arrugas de su frente, está
sumido en sus pensamientos.
-¿Por qué te pasaste a ese lado?- mi voz sale ronca.
-¡Katniss!- pega un salto.- Pensé que estabas dormida.-
dice pasándose las manos por el pelo.
-Lo estaba. ¿Qué haces?- me levanto con mucho esfuerzo
ya que estar en la misma posición me entumeció de pies a cabeza y me sitúo a su
lado.
-Sólo estaba mirando por la ventana.
-Sí. Claro. Algo te conozco. ¿Qué estabas pensando?
-En ti.- responde sin tapujos todavía mirando por la
ventana.
Siento un leve cosquilleo en mi espalda al oírle decir
eso pero lo ignoro.
-¿Era algo malo?
-No, nada de eso. Sólo que no quiero que te pase nada.
Nunca más.- responde algo alterado. Tomo su barbilla y lo obligo a mirarme.
-Peeta… No me pasará nada. Estamos aquí, y sé que
contigo a mi lado no pasará nada. Ni a ti ni a mí.- digo con firmeza, porque es
cierto.
-¿Cómo estás tan segura?
-Porque nos tenemos a los dos.- respondo en voz tan baja
que no sé si me oyó.
De repente me estrecha en sus brazos tan fuertemente y
con tanta ansia y fervor que yo
simplemente no me he podido sentir más cómoda, segura, aliviada y feliz, en ningún otro lugar.
Notas: Sé que estuvo un poco corto pero puse todo mi empeño para que me saliera emotivo para nuestros amantes trágicos c: jaja no hablé casi sobre el distrito 7 ya que en el siguiente capitulo estará explicado todo
Sin más espero que les haya gustado y pues comenten cualquier cosa:)
Y que la suerte esté siempre de su lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario