Hola lectores! Buen viernes! Hoy saqué un ratito para venir y publicarles el capi que hace tanto debí subir. Un pequeño detalle: este capítulo está dividido en dos; de haberlo hecho uno solo me queda re-largo (de por sí lo largos que ya son). Espero que disfruten de la lectura :3 y también espero que no se enfaden con el final, por dejarlo tan... Bueno, lean y verán.
Llevamos alrededor de dos semanas en el 7 y todo ha
estado bien hasta el momento. A Peeta le ha favorecido trabajar en aquella
panadería y socializarse con otras personas que no sean sólo yo, últimamente ya
no lo encuentro con esa mirada perdida que algunas veces mantenía. Trata de
dividir su tiempo entre el trabajo y acompañarme en la casa, aunque yo lo echo
de nuevo para que siga con su actividad. En cuanto a mí… Bueno, no puedo decir
que la he pasado mal. Algunos días me levanto temprano en la madrugada y salgo
a caminar por las calles aún desiertas, con la esperanza de no ser observada. En
absoluto quiero alguna atención sobre mí, con la de Peeta me basta y me sobra,
por lo que evito fervientemente contacto con gente extraña. Con los únicos que
he entablado alguna relación amistosa ha sido con la pareja de esposos ancianos
que conocimos gracias a aquel día en el que salimos por un estofado de cordero.
La esposa del agradable señor resulta ser una persona igual de agradable que su
esposo, con la diferencia de que ésta sí me reconoce, sí conoce mi pasado, lo
sé por cómo me mira; una mezcla de compasión y a la vez de respeto, aun así,
nunca ha comentado nada. Cada vez que salgo a éstas horas, ellos ya se han
levantado ya que pueden verse los hilos de humo que se escapan por la chimenea
de su humilde hogar. Cada vez que voy allí, me reciben con una taza de té de
menta y nos colocamos a hablar de cosas en general; me preguntan cómo es el
distrito, cómo es mi casa, e incluso tratan de convencerme que los ayude con la
preparación de las comidas que venderán durante el día.
A medida que voy avanzando hacia su casa, repentinamente
siento como si alguien me estuviera viendo desde algún rincón de la plaza…
Quizá sólo sean alucinaciones mías, me digo, y alargo más las zancadas para
llegar rápido. Al tocar el timbre, me abre el señor Ganger sonriente, a
sabiendas de que sería yo.