sábado, 8 de noviembre de 2014

Chapter 14

Hola de nuevo! Espero que estén muy bien! Ya estamos en vísperas del estreno de nuestra peli favorita y pueees, quise traerles el capi, tal como había dicho que haría :) Espero que les guste:3








La casa de Johanna es bastante amplia, de dos pisos, una cocina y una sala de estar muy acogedora, 4 habitaciones y un gran y hermoso jardín y patio trasero. 
Pero la casa está prácticamente vacía.

Sí, están varios inmuebles que la hacen tolerable y no la hacen ver tan… sola. El ambiente en general es frío, combinado con todo parece un castillo abandonado, pero aun así, me gusta. La verdad es que me hubiera sentido frustrada si me encontraba algo muy alegre y colorido. Sé que necesito estar en un lugar en el cual me anime, sin embargo no iba a lograr aquello en un lugar en el que simplemente no me sintiera cómoda. Agradezco que esté tal como está. La casa está ubicada en una parte alta, por lo que hay un balcón ubicado al sur, es decir en la parte trasera de la casa, el cual es compartido por dos habitaciones. Cuyas habitaciones serán la de Peeta y la mía. Ubicadas una al lado de la otra, cosa que me alegra ya que no quiero tenerlo tan lejos. En mi habitación, las paredes son de mármol y el suelo de madera. Hay un closet en el que acabo de arreglar las pocas ropas que traje y una cama, de esas que te invitan a dormir para siempre.

No sé qué será de Peeta ahora, ya que una vez ingresamos en la casa, buscamos cuáles serían nuestras respectivas habitaciones y cada quién se fue a arreglar lo suyo. Creo que ninguno de los dos queremos ningún tipo de presión en este tiempo, lo cual es razonable ya que cualquier acercamiento que provoque una rencilla o algo más… No puede terminar en nada bueno. Debemos mantenernos en calma.

Bajo las escaleras y me dirijo a la sala de estar donde me acomodo en el grande y cómodo sillón marrón que tiene vista a la ventana. Por el sol puedo decir que es mediodía, así que me distraigo mirando a unas cuántas personas pasar de un lado a otro, sumidos en su mundo. Empiezo a pensar en todo lo que he hecho, hasta dónde he llegado, todo lo que he perdido… Para ahora estar aquí, muy acomodada en este sofá, de pronto sintiéndome tan vacía… Es como esa especie de sensación que te da cuando estás en un lugar, rodeada de personas, todas alegres y hablando de aquí para allá, pero tú te sientes fuera de lugar, tanto que sientes una pequeña sensación de angustia en tu pecho, moviéndose poco a poco, llevándose cualquier rastro de tranquilidad a su paso, llenando todo tu ser. Y sabes que no tiene que ver con nada de lo que está alrededor, sino con uno mismo, con el peso de pensamientos, de hechos pasados, de hechos no ocurridos, de palabras no dichas. Haciéndote difícil y tormentosa tu existencia. Mi visión se nubla y no es sino cuando siento la humedad en mis mejillas que noto que estoy llorando. Dejo que fluyan libremente hasta que simplemente se me pase ya que sé que sólo es un momento de depresión... y me quedo mirando por la ventana de nuevo con el ruido de mi respiración y con la línea de mis ahora mudos pensamientos.

-Katniss.- dice una dulce y hermosa voz que, como por magia hace que se desaparezca cualquier sensación de desolación que tenga en el momento.
-Hey, Peeta.- respondo en voz baja y quebradiza al voltear y verlo.

De repente acorta los pocos pasos que nos separan y se sienta junto a mí en el sillón.




-¿Te sientes bien?- pregunta lentamente escrutándome con la mirada.
-Sí, estoy muy bien.- sacudo la cabeza para despejarme y poder hablar normalmente.- ¿Ya tienes lista tu habitación?
-Pues ahí acomodé un poco las cosas y después salí a conocer el conjunto en general, muy bonito, por cierto tienes que verlo aunque…, ya sabes… es solitario. Los únicos residentes somos tú y yo.

Por supuesto, la única vencedora que queda es Johanna Mason. Deberían derrumbar las demás casas o al menos invitar a personas de afuera a convivir, pero supongo que nadie quiere.

-Genial.- digo simplemente.
-Katniss…-vuelve a decir con ese tono de voz que me gusta tanto y desliza su grande y suave mano hacia mi mejilla, dejándola allí por unos largos y preciados segundos. -¿Dime qué…?- se interrumpe con un suspiro y después retoma.- ¿Te apetece comer? He mandado a comprar algo de sopa.- dice levantándose.

Sentí un poco de frío en el momento en el que él se alejó del sillón y por alguna causa eso me hizo sentir más triste y desolada de lo que había estado justo antes de que él llegara.

-Sí, por favor. ¿Me lo podrías traer aquí? Estoy algo cansada.- respondo igualmente suspirando.
-Claro, ya regreso.- sale de la habitación y en un par de minutos está de regreso con una bandeja que sostiene dos platos de sopa y en otro platito unos trozos de pan.- Listo, mira mandé a comprar el pan, pero quién sabe dónde lo habrán comprado ya que éstos no lucen de muy buena calidad.- dice Peeta haciendo una mueca al momento de sentarse en el sillón de un puesto frente a mí.
-Estoy segura que no le llegan ni a los tobillos a los que tú haces.- trato de sonreír alabándolo.

Peeta sonríe cálidamente contagiándome y le devuelvo la sonrisa. Devoramos una rica sopa de pollo y los panes sí que nada que ver. Terminamos guardándolos para esperar a ver a quién podríamos dárselos.
Alrededor de las dos, Peeta se disculpa ya que necesita descansar un poco porque no ha dormido desde que nos bajamos esta mañana del tren. Se dirige a su habitación, dejando la puerta abierta; sé esto puesto que no escuché el sonido de ninguna puerta cerrándose. Mientras, yo me quedo lavando los platos del almuerzo, esforzándome en mantener mi mente despejada. Cuando finalizo, el cansancio me puede así que me muevo mecánicamente hacia el segundo piso, decido recostarme en mi cama, pero tal es el calor que no se me ocurre más que salir un momento al balcón.

La vista es realmente agradable, el sol calentando los techos de las casas, los árboles alrededor… Caigo en cuenta de que hay una mecedora acolchada y me recuesto plácidamente en ella. Disfrutando de su comodidad y de la brisa fresca que está corriendo, cierro mis ojos por un instante y cuando los abro se dirigen al otro lado de la puerta de cristal corrediza que une las dos habitaciones y divisan a un Peeta dulcemente recostado. No puedo ver lo suficientemente claro ya que está un poquito lejos y el cristal no me permite observar muy bien, sin embargo alcanzo a ver que se ha quitado los zapatos y su camisa, quedándose únicamente con la camisilla interna que permite ver su torso musculado, luce cómodo, tranquilo y verdaderamente muy atractivo con su pelo desordenado, algo en lo que usualmente no suelo pensar ni reparar. Me lo quedo observando por un tiempo más hasta que por fin me rindo a un sueño en el que me encuentro yo sonriendo como hace mucho tiempo no lo hago, rodeada por montones y montones de dientes de león…




El sonido de agua corriendo me despierta, sintiendo un repentino frío abro rápidamente mis ojos, descubriendo que tengo un abrigo cubriendo mis brazos y que sigo en la misma mecedora en la que me dormí. Me levanto y me desperezo, aun con el abrigo sobre mis hombros y me volteo a ver la ciudad iluminada en frente mío. Es tan hermoso. Una vista extraordinaria. Esto, junto con el cielo iluminado por la luna y las estrellas, produce un ambiente maravilloso. Aquí, ahora, justo en este momento, me siento totalmente en paz.

-¿Lista para salir?- dice de repente Peeta a mis espaldas haciéndome saltar.
-¿Salir? ¿A dónde?- pregunto dándome la vuelta para poder quedar cara a cara.
- A pasear.- responde como si nada.
-Peeta… sabes que...
-Tranquila, nadie nos verá. Además hay un lugar donde venden un estofado de cordero que lucía muy apetecible hoy cuando me paseé alrededor.
-¿De casualidad tendrá ciruelas pasas?- pregunto comenzando a animarme, recordando que ese era mi manjar preferido cuando…, bueno cuando estuve en los primeros juegos.
-Tendrás que ir a averiguarlo.- dice sonriendo.

Lo pensé muchas veces pero al final me convencí de que no me vendría nada mal atiborrarme con algo de buena comida. Salimos a la fría noche bien abrigados, caminando por los poco concurridos caminos. Peeta tenía razón, nadie nos podía ver. Llegamos a un pequeño puesto de comidas en el que solo estaba una señora pero al parecer ya se iba. El señor del otro lado del puesto nos ofreció un pequeño menú de lo que cocinaban, aunque sólo lo hojeamos ya que íbamos predispuestos a comer algo.

-Dos tazones de estofado de cordero, por favor.- dice Peeta antes de devolver los menús.
-Por supuesto, señor.- dice el anciano sonriendo dándose la vuelta para comenzar a preparar la comida.- ¿Lo quieren con ciruelas pasas?
-Sí.- respondo yo trantando de no sonar tan entusiasmada.  Pero fallando soberanamente.

Resultó que el señor no podía ver bien o algo ya que nos trató normal, como clientes corrientes, cosa que agradezco enormemente. Tuvimos una cena realmente buena, incluso los panes que nos ofrecieron estaban deliciosos; tanto así que Peeta le preguntó en dónde los había conseguido, y más impresionados nos quedamos cuando nos contó que los hacía su esposa en una pequeña panadería y repostería que tenían en el centro de la ciudad. Después de un par de amables agradecimientos y despedidas, nos fuimos de nuevo caminando sosteniendo unas bolsas en las que el buen señor nos había dado otro poco de cordero.

-¡Qué agradable noche!- digo sonriendo.- Y que agradable señor.
-Sí, demasiado.- responde Peeta con una sonrisa igual.

Al llegar a la casa, cada uno se dirige a sus respectivas habitaciones a descansar. La cosa es que no puedo descansar. Dormí un rato largo en la tarde y no tengo mucho sueño. Sin embargo me pongo mi bata y salgo al exterior en el balcón, a que me dé aire para ver si me da ganas de ir a dormir. Me inclino en la barandilla y dejo que la brisa se cuele por mi cabello, relajándome.

-El clima aquí afuera es muy bueno.- dice Peeta de repente al lado mío asustándome.- Oh, perdón no quería asustarte.
-No pasa nada.- respondo mirando al frente.
-¿No puedes dormir?
-No. Es que como dormí en la tarde me cuesta dormir ahora.
-Sí… yo tampoco puedo. Sin embargo debo hacerlo ya que mañana necesito levantarme temprano.
-¿Por qué?- me volteo a mirarlo, curiosa.
-Es que estaba pensando que… tal vez, pueda buscar un trabajo mientras estoy aquí, ¿qué opinas?
-¡Pues claro que sí Peeta! ¿Dime qué harás aquí todo el día encerrado?
-Pues no sé… cocinar, hornear… Además, no quiero dejarte sola.- dice mirándome directamente.
-Por mí no te preocupes que yo buscaré algo en lo que ocuparme.- afirmo seriamente.- Recuerda que esto es una terapia para los dos, y qué mejor terapia que trabajar en algo que te gusta.
-¿Estás segura?
-Sí, muy segura.

Nos quedamos mirando fijamente hasta que Peeta se acerca lentamente y me envuelve en un gran abrazo. Recuesto mi cabeza en su pecho, el lugar donde puedo sentir los fuertes latidos de su corazón.

-Gracias por apoyarme.- dice él en voz baja con su mejilla apoyada en mi frente, es entonces cuando siento que sus labios se posan en mi frente, plasmándome un dulce beso antes de retirarse a su habitación.
-Y lo haré siempre…- respondo cuando ya se ha ido, inesperadamente deseando que hubiera bajado sus labios un poco más…








Notas: Bueno, nuestra chica en llamas ya está empezando a sentir cosas jajajja eeeen fin, ¿qué les pareció lo de estofado de cordero con ciruelas pasas? No sé, me vino a la mente y quise escribirlo, por ser uno de los platos favoritos de Katniss :)

Sin nada más que decir, espero que les haya gustado, si quieren comenten y de paso me dicen sus opiniones y cómo les parece la historia hasta el momento.
He puesto el botón de seguidores en el blog, si les gusta la historia o por si tienen alguna pregunta o inquietud, y también pueden encontrarme en twitter como @CarolinaSaah :]


Y por último... Que la suerte esté siempre de su lado.










                 

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